Miki nos había advertido de que el último día de que estuvieran todos sus cuates en la universidad antes de irse de vacaciones -o sea, ayer- todos se raparían. Tan tan.
Ese era el proyecto de vida. Todo lo demás, cursilerías.
Son como cinco o seis cuates, y creo que todos, excepto uno, se raparían. AnaP, siendo como es, madre responsable a la que le preocupa el futuro de su primogénito, no muy creía el que lo iba a hacer, pero ayer, ya entrada la noche, Miki nos mandó una foto de él, el pelo cortado al ras, con sonrisa de pe a pa, usando mi camisa de cuadritos verdes que compré hace años en Paris, y su dije del elefantito de madera colgado en un collar.
Recordé cuando le cortamos el pelo, cuando lo de la crisis de piojos en la casa. Tendría ocho… nueve años, no sé, chance menos chance más, y un domingo, regresando de Valle descubrimos que los tres tenían pequeñas circuitos de piojos circulándoles por el craneo. AnaP no se espero ni tantito. Ni siquiera entramos a la casa. Apenas llegamos de la carretera, que allí en el mismo garaje, AnaP agarró la máquina para cortar el pelo y los rapó a los tres. Hubo quejas, lágrimas y súplicas, pero fue como fue. Las camisas que traían puestas fueron directo a la basura dentro de una bolsa de plástico sellada, el interior del coche lavado, pulido, aspirado y vuelto a aspirar. A mi se me hace que se veían muy bien, todos pelones. Mi opinión, pues.
Pero anoche, AnaP aulló.
—Se ve como Mara Salvatrucha— dijo angustiada porque el hijo mayor empieza con su chamba nueva el lunes.
—La chamba es en una refinería— le contesté, —en un pueblo perdido, en el norte de Texas.
—Sí— me contestó, —pero es en El Corporativo de la refinería, no cambiando tuercas ni tornillos.
Supongo AnaP imagina un corporativo tipo Lomas o Wall Street, una batalla entre a ver quien lleva los zapatos Tanino Crisci mejor boleados y más relucientes, y no uno en donde las batallas en el corporativo sean entre quien lleva la camiseta mas ingeniosa de Homero Simpson. O la menos manchada.
—Raparte es el tipo de cosas que haces en la universidad— le dije en un claro ejemplo de mansplaining', esa sapiencia adquirida de años de andar en la caza del mamut, encendiendo fogatas frotando piedras.
AnaP solo me vio feo, y prefirió voltearse a continuar viendo su juego de tenis en la tele.
A AnaP se le olvidó que hace no tanto tiempo, cuando yo todavía trabajaba en la vida real en la CdMx, un viernes en la noche decidimos, no sé después de cuanto Rioja, de que él que ella me cortara el pelo sería por demás, muy buena idea. El resultado no coincidió con aquella decisión. Al día siguiente tuve que ir con ‘El Chaparro’ a la Le Mans, donde El Chaparro terminó rapándome casi por completo. Aquel siguiente lunes teníamos junta para conocer a los nuevos abogados de Kraft, y a mi papá se le han de haber caído los últimos pelos de su calva cuando me vio llegar todo pelón. La evidencia quedó allí, en las fotos de la boda de Andrés, mi hermano, que sucedió como una semana después de mi encuentro con la Norelco en manos de AnaP.
En fin, el pelo ya crecerá. Esperemos.
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