Todos los martes nuestra amiga Burgin, escritora ella, saca una lista de lo aprendido en la semana. No es novedosa la idea, tampoco puedo presumir tanto así como 'mis aprendizajes', pero igual se la robo. Por supuesto, ya voy tarde con la primer entrega.
He estado viniendo a escribir a un departamento que queda a pocas cuadras de la casa que está ‘entre inquilinos’. Aparte de que ayer se pasaron el día entero cortando quiensabeque' con una sierra de motor justo debajo de la ventana, el depa está cuco. Con sus bemoles, claro. No tengo banquito, así que escribo parado. Tampoco he traído una cafetera. Ambas cosas se podrían resolver si tuviera iniciativa, pero me auto convenzo de que trabajo bien parado, y de que no necesito más cafeína.
Sigo odiando Halloween. El día, el concepto… todo. El otro día AnaP sugirió adornar nuestro jardín, cosa que por suerte aun no ha sucedido. Detesto adornar, casi tanto como tener que archivar todo después. De México trajimos un esqueleto de papel maché al que llamábamos Carlos. Algún Halloween, cuando todavía hacíamos esfuerzo, lo dejamos afuera, llovió, Carlos se disolvió. Hubo cachitos desperdigados de Carlos en el closet durante años. Ahora Home Depot y todos estos negocios que viven ofreciéndonos porquerías que no necesitamos pero que son de plástico y están hechas en China, venden unas figuras enormes, como de tres metros de altura. Están muuuuy de moda. Hay brujas, calaveras, hombres lobo. Todas tienen luces, todas tienen efectos de sonido. Mis caminatas ahora están plagadas de cacareos de brujas, aullidos de lobo. Por lo menos los fantasmas son callados. O lo eran, pues.
Me angustio cuando juegan los Dodgers. A pesar de que los jugadores ganan cantidades ridículas por batear, “correr” y lanzar la pelota; de que la nómina es por mucho una de las más caras del beis profesional; y de que al final del día pues no importa, sufro. Jugando las semifinales contra los Mets en Nueva York, abuchearon al pitcher de los Dodgers, sentí su soledad. Como alguna vez alguien dijo, en ésta vida podemos cambiar todo: esposa, país, religión, género. Pero de equipo, jamás. Lo siento por quienes le van al América.
Soy bastante daltónico. Lo intuía, pero creo se ha acrecentado con los años. Al departamento al que me vengo a chambear, hay que detallarle paredes. No están lo suficientemente dadas al traste como para traer a Jesús, nuestro pintor designado estrella, así que se me asignó la tarea de pintar rayones, raspones y manchones mientras escribo. Soy mal árbol para arrimarse. Ayer hice un batidillo. Después de haber pintado un buen cacho de la pared del baño, caí en cuenta de que el blanco del baño es distinto al blanco azulado que cubre todo el departamento. Yay.
5000 palabras. El otro día AnaP me dijo que pasaba mis días escribiendo cinco mil palabras diarias. Quisiera. Stephen King, en su libro ‘On Writing’, dijo que en un buen día él escribe 4000. Inalcanzable.
Llevo poco más de una semana desde que elimine mis cuentas de Twitter (X) y de Facebook. Aquí sigo. Creo. ¿Soy red social, luego existo? En el Twitter me estaba perdiendo demasiado, viendo discusiones bizantinas acerca del Trump, del AMLO, o de que lo que fuera. El Feis porque bueno, ¿para? Instagram basta para mi dosis de FOMO. Apenas bajen YouTube del internet, desaparezco.
Leyendo: The Bee Sting, de Paul Murray. ¡WOW!
Viendo: El beis. Colin From Accounts (Temporada 1)
Escuchando: Las nuevas canciones de The Cure. Skyscraper Stan
halloweeen si me divierte!
"Soy Red Social, luego existo!" Me encanto, muy real. Aunque yo medio exista medio no....