Hoy empieza mi ‘semana horriblis’, la de las visitas de inspección a las casas de renta. Iré con Juan, el técnico sinaloense experto en aire acondicionado, para que le eché freón a los aires, mida niveles, revise filtros y limpie los siempre mentados coils. Aunque me divierto con Juan y sus anécdotas, detesto esta semana.
Sí, sí, ya sé, no me debería quejar, la mía ha sido sin duda una vida de privilegios, pero si yo no me quejó por mí, ¿quién?
Estoy acá esperando a que den las siete para despertar a AnaP y luego al Gusano, desayunar, pescar las llaves de las casas e irme. Aprovecho este huequito matutino para escribir rápido.
El día de ayer dieron a conocer la noticia de los cuatro gringos que secuestraron en Matamoros y que ha causado revuelo, no solo por su nacionalidad, sino por la velocidad en extremo en lo que el gobierno mexicano, por demás bastante inútil en resolver miles de casos de secuestro y homicidio, ha podido resolver este en particular en un plazo muy breve, a pesar de que encontraron a dos de los turistas sin vida. Supongo que sirve tener la presión del gobierno gringo encima para que las cosas se aclaren con una celeridad inusitada.
Nadie se merece lo que les pasó a estos cuatro que viajaron de Carolina del Norte a Tamaulipas a hacerse una cirugía plástica de ‘tummy tuck’. La crisis se agudizó cuando un par de diputados gringos propusieron invadir México para liberar al planeta entero de todos los narcos, palabras que por supuesto el actual presidente de México tomó como estandarte para desviar la atención a los problemas de inseguridad y violencia que nomás no puede resolver, clamando que México no es una colonia norteamericana, enarbolándose la bandera mexicana con una furia que debería reservar para encontrar la solución a la ola de secuestros y asesinatos que ocurren a diario en el país.
Sentado solo en la cocina empecé a escribir acerca de esto anoche, interrumpido por AnaP quien bajó a externar sus dudas con la decisión que tendremos que tomar con respecto a la universidad donde se irá Gusano en agosto, decisión que traemos entre ceja y ceja y que nomás no nos suelta. Hemos ido y venido con tantas opiniones que marea. Cuando menos, ya eliminamos a MIT del panorama, reduciendo las opciones de tres a dos, cosa que es una ventaja.
Ahora andamos viendo lo que ofrece la Universidad de Chicago, listada como la número tres en escuelas para estudiar matemáticas, a comparación de la Universidad de Texas en Austin, listada como la número trece, en donde también fue aceptado. La cosa es que la UChicago, aparte de ofrecernos una rebaja importante en el costo de la colegiatura, nos invitó a un VTP a visitar el campus. Aun con la reducción ofrecida, sigue siendo mucho más cara que UT, o sea que buscaremos que nos bajen más el costo, así que hoy en la noche que tenemos cena donde Carolina, le pediremos a mi hermana que interceda para negociar con la universidad porque ella es una doberman cuando de regatear se trata.
El constante regateo es una cosa que nos sorprendió de cuando llegamos acá. Yo, por supuesto, soy una papa. No estoy acostumbrado, y por tanto ni tantito preparado para buscar rebajas en el costo de coches, y menos de universidades. Sí claro, en el despacho negocié todos los días, obvio, pero eso de que una institución educativo con tanto abolengo se preste para marchantear, me sigue desmantelando y pareciendo muy exótico.
Así que bueno, en esas estamos.
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