Estuvimos en la UChicago un par de días, jueves y viernes. De ida, abordamos el avión a una hora que nomás no debería existir y llegamos a la Universidad de Chicago justo a tiempo para ser recibidos por unos entes demasiado sonrientes a la entrada de un edificio de piedra. Así nos habrán visto, que después del innecesariamente alegre good morning’, nos dirigieron directo donde servían café, que estaba insulso pero diluido.
La Universidad de Chicago anda reclutando al Gusano, por eso fue el VTP relámpago, para convencer a que chavos como él, decidan asistir allí. La visita consistió en ir a distintas clases para ver lo que ofrece la universidad. Fue Agus, dueño del momento, quien nos dirigió de salón en salón, diciéndonos, ahora toca tal clase, ahora tal otra.
La primera clase trató de computadoras, redes y el internet. El profesor, presumiendo músculos, vestía una t-shirt muy ajustada, con un dibujo psicodélico. Su pelo canoso lo llevaba largo, muy bien cepillado. Hippie ver 2.0. La clase estuvo bien, pero tampoco, como dicen acá, nada por lo cual escribir a casa, no obstante las oraciones que ahora le dedico. Los cables, el ethernet, los routers y que si las conexiones, nomás no me alteran el ritmo cardíaco. Menos cuando abres el ojo a las tres cuarenta y cinco de la mañana.
La UChicago anda hasta arriba de todos los ‘rankings’ académicos. Hasta arriba. El ‘pero’, por supuesto, es que la escuela cuesta uno y la mitad del otro, y con eso de que hace tiempo vendí mi alma, tampoco tengo mucho más que ofrecer. UChicago ya le obsequió a Gusano una beca muy generosa, aun así, la decisión está del nabo, pero nosotros, cual limosneros engarrotados, pedimos más.
Obsceno, opinaron mis amigos del Edron a través del WhatsApp cuando les mandé una copia del tarifario de la universidad que nos desglosaron en una sesión para los responsables en financiar al estudiante. Mis camaradas de la prepa me presumieron los costos de las universidades en Chile y en Canada, y por supuesto me recalcaron lo gratuito de la UNAM. Uno de mis amigos, quizá con cierta razón, dijo que el costo de las universidades en este país se debe a eso de andar construyendo misiles intercontinentales y F18’s. Chance tenga algo de razón. No sé. No creo, pero igual no entiendo cuando fue que acá se perdió el piso con respecto al costo de la educación superior. Claro que luego, ya entrada la tarde, el director de la carrera de administración nos presumió de que el año pasado galardonaron a un quinto profesor de la UChicago con el premio Nobel de economía, o sea que algo de calidad habrá también que ver con el costo de la institución. Cinco premios Nobel. Cinco.
Fuimos a dos o tres presentaciones más, antes de que nos dirigieran a un salón donde nos alimentaron con unos sandwiches pre empacados, el pan seco pero desabrido. Escogí uno de roast beef, porque ando harto de alimentarme con lo que acá te venden como pavo pero que en realidad es una conjunción de muchos elementos, algunos de los cuales quizá perteneció alguna vez a un guajolote.
Comimos al lado de una mujer que resultó ser argentina, y las semejanzas entre los gustos de su hijo y nuestro Gusano nos sacaron un poco de onda. Matemáticos ambos, tenistas ambos, independientes ambos, emprendedores ambos. El argentino toca la viola, Gusano el violoncello.
Ya alimentados, Gusano nos llevó a una clase de "creative writing”. Me gusta el pensar que escogió esta clase por mi, pero ni le pregunté para no deshacerme la ilusión.
Me llamo Lina, se presentó la profesora, pero soy colombiana así que tengo una sarta de nombres que le anteceden y lo secundan, pero con Lina basta. Lina prosiguió a darnos una cátedra en cuarenta minutos de la personificación del demonio y de la maldad a través de los años. Un compendio de la clase de literatura que imparte. Nos pidió cerrar los ojos, visualizar la maldad. AnaP me confesó que ella imaginó a Trump; yo pensé en las Águilas del América. Lina nos platicó acerca de como se han representado a los demonios y a la figura de la maldad a través de las diferentes culturas, aunque en realidad, dado el tiempo para darnos su clase, se centró en la figura de los demonios en la edad media y en el renacimiento europeo, mostrándonos unos dibujos que hizo ya no me acuerdo que pintor medieval de un demonio coloreado en verde muy simpático. Obvio nos explicó el porqué del color verde, e igual nos dio el nombre del demonio, nombre que recomendó para bautizar a nuestras mascotas, pero sin papel ni pluma, el nombre de dicho demonio se me perdió en mi maraña mental, aparte de que de aquí a que volvamos a tener una nueva mascota a la cual bautizar, le cuelga. Por el momento tenemos a Rosita, quien a pesar del nombre, es, según mis hermanas, la mera personificación del mal. Lina nos habló de la idea del infierno, de círculos Dantescos, de lo que escribió un abogado holandés (creo) acerca del demonio, de Dostoyevski y su definición de maldad, de unos hermanos que esculpieron, cada uno, unas estatuas de un demonio y que se pelearon por sus diferencias artísticas porque el hermano menor hizo a su demonio tan hermoso, tan juvenil y encantador, que l@s chic@s en la iglesia en donde colocaron aquella escultura, se enamoraban de aquella estatua de piedra sin prestarle atención a su significado, que era eso de temerle al mal y a sus tentaciones. Lina hablaba, preguntaba, escuchaba, contaba chistes, respondía con conocimiento, pasión y paciencia las preguntas de quienes absortos, la escuchábamos.
Lina nos enamoró. A los tres. Creo es la palabra correcta, enamorar. Seguro que no fuimos los únicos que quedamos prensados de la profesora, de sus conocimientos, sus palabras, su rapidez mental, su carisma y entusiasmo.
Y claro, ese fue el problema, el que salimos enamorados de ella, de la universidad, del potencial para Gusano, de esa oportunidad de poder contagiarse con esa pasión por aprender. Ese enamoramiento que hace de la decisión, una aun más complicada. Así que gracias Lina. Ahora cierro los ojos y te veo, la maldad personificada.
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