—Al mar, al mar— escuché los gritos. Manoteamos alborotadas, desesperadas, trompicándonos con la arena, con las conchas, urgidas de llegar a las olas, de ser arropadas por el mar.
—Al mar, al mar— cantamos todas a destiempo, cientos de pequeñas voces revolcadas por las olas, ahogadas bajo el agua.
De vez en cuando me encuentro a alguna hermana - hija de la misma luna. Todos nuestros andares los compartimos con una sola mirada, una sola. Luego dejamos que el mar -la marea- nos lleve, nos meza, nos arrime y nos aleje. Tal vez nos volvamos a ver. Tal vez no.
Somos almas solitarias, las tortugas, almas solitarias.
Es en noches como esta, luna llena y mar alborotado, cuando escucho sus pequeñas voces.
—Al mar, al mar.